¿QUÉ ES EL CAMBIO CLIMÁTICO?

La temperatura media de la superficie terrestre ha subido más de 0,6oC desde los últimos años del siglo XIX. Se prevé que aumente de nuevo entre 1,4oC y 5,8oC para el año 2100, lo que representa un cambio rápido y profundo. Aun cuando el aumento real sea el mínimo previsto, será mayor que en cualquier siglo de los últimos 10.000 años.


La razón principal de la subida de la temperatura es un proceso de industrialización iniciado hace siglo y medio y, en particular, la combustión de cantidades cada vez mayores de petróleo, gasolina y carbón, la tala de bosques y algunos métodos de explotación agrícola.

Estas actividades han aumentado el volumen de "gases de efecto invernadero" en la atmósfera, sobre todo de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Estos gases se producen naturalmente y son fundamentales para la vida en la Tierra; impiden que parte del calor solar regrese al espacio, y sin ellos el mundo sería un lugar frío y yermo. Pero cuando el volumen de estos gases es considerable y crece sin descanso, provocan unas temperaturas artificialmente elevadas y modifican el clima. El decenio de 1990 parece haber sido el más cálido del último milenio, y 1998 el año más caluroso.

El cambio climático puede tener consecuencias nefastas: nos lo podrían confirmar los dinosaurios, si no se hubieran extinguido. La teoría dominante es que no sobrevivieron cuando un meteorito gigante se estrelló contra la Tierra hace 65 millones de años, levantando tal cantidad de polvo en la atmósfera que la luz solar se vio fuertemente reducida, las temperaturas bajaron precipitadamente, muchas plantas no pudieron crecer y la cadena alimentaria se desintegró.

Lo que ocurrió a los dinosaurios es un claro ejemplo de cambio climático más rápido que el que el ser humano está ahora infligiéndose a sí mismo... pero no el único. Las investigaciones sobre los núcleos de hielo y los sedimentos lacustres revelan que el sistema climático ha sufrido otras fluctuaciones abruptas en el pasado lejano: parece que el clima ha tenido "puntos de inflexión" capaces de generar fuertes sacudidas y recuperaciones. Aunque los científicos están todavía analizando lo que ocurrió durante esos acontecimientos del pasado, es claro que un mundo sobrecargado con 6.300 millones de personas es un lugar arriesgado para realizar experimentos incontrolados con el clima.

Según las previsiones, la actual tendencia hacia el calentamiento provocará algunas extinciones. Numerosas especies vegetales y animales, debilitadas ya por la contaminación y la pérdida de hábitat, no sobrevivirán los próximos 100 años. El ser humano, aunque no se ve amenazado de esta manera, se encontrará probablemente con dificultades cada vez mayores. Los graves episodios recientes de tormentas, inundaciones y sequías, por ejemplo, parecen demostrar que los modelos informáticos que predicen "episodios climáticos extremos" más frecuentes están en lo cierto.

El nivel del mar subió por término medio entre 10 y 20 centímetros durante el siglo XX, y para el año 2100 se prevé una subida adicional de 9 a 88 cm (la subida de las temperaturas hace que el volumen del océano se expanda, y la fusión de los glaciares y casquetes polares aumenta el volumen de agua). Si se llega al extremo superior de esa escala, el mar podría invadir los litorales fuertemente poblados de países como Bangladesh, provocar la desaparición total de algunas naciones (como el Estado insular de las Maldivas), contaminar las reservas de agua dulce de miles de millones de personas y provocar migraciones en masa.

Según las previsiones, los rendimientos agrícolas disminuirán en la mayor parte de las regiones tropicales y subtropicales, pero también en las zonas templadas si la subida de la temperatura es de más de unos grados. Se prevé también un proceso de desertificación de zonas continentales interiores, por ejemplo el Asia central, el Sahel africano y las Grandes Llanuras de los Estados Unidos. Estos cambios podrían provocar, como mínimo, perturbaciones en el aprovechamiento de la tierra y el suministro de alimentos. La zona de distribución de enfermedades como el paludismo podría ampliarse.

El calentamiento atmosférico es un problema "moderno": es complicado, afecta a todo el mundo y se entremezcla con cuestiones difíciles como la pobreza, el desarrollo económico y el crecimiento demográfico. No será fácil resolverlo. Ignorarlo, sería todavía peor.

Hace más de un decenio, la mayor parte de los países se adhirieron a un tratado internacional –la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático– para comenzar a considerar qué se puede hacer para reducir el calentamiento atmosférico y adoptar medidas para hacer frente a las subidas de la temperatura que sean inevitables. El 1997, los gobiernos acordaron incorporar una adición al tratado, conocida con el nombre de Protocolo de Kyoto, que cuenta con medidas más enérgicas (y jurídicamente vinculantes). Se prevé que el Protocolo entre en vigor en breve plazo. Y, desde 1988, un Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático ha examinado las investigaciones científicas y ofrecido a los gobiernos resúmenes y asesoramiento sobre los problemas climáticos.

Fuente: sitio web de la secretaría de la Convención sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (versión en español)


¿CÓMO ABORDAREMOS SU ESTUDIO EN NUESTRA ESCUELA?

Texto del Protocolo de KYOTO - 1998

domingo, 30 de noviembre de 2008

Jeremy Rifkin: ENERGIAS RENOVABLES

Por Francisco de Zárate | fdezarate@clarin.com
"Según el último informe de las Naciones Unidas sobre cambio climático, la temperatura del mundo podría subir tres grados, y ese es un escenario medio: podría ser más. Equivale a regresar a la Tierra de hace tres millones de años y a perder entre el 30 y el 70% de las formas de vida. Un punto de no retorno al que llegaremos si antes de 9 años no trazamos un plan mundial y lo seguimos sin cometer ni un solo error".

El economista estadounidense y autor del best seller La economía del hidrógeno, Jeremy Rifkin, habla sin pausas ni repeticiones. En la primera mitad de la entrevista telefónica que concedió a iEco no hubo espacio para preguntas, como si a él también le faltara tiempo para enviar un mensaje tan apocalíptico –presenciamos el ocaso de una revolución industrial cimentada en los combustibles fósiles– como esperanzador: tenemos que dar paso a una red de energías renovables que imite el funcionamiento de Internet.

La novedad de su planteo no reside en las fuentes renovables, hace tiempo descubiertas, sino en la posibilidad de crear una trama de productores-consumidores en la que cada edificio, fábrica o casa se convierta en un generador descentralizado de energía. "Durante 25 años, los gobiernos me dijeron: 'Nos encantan las renovables, son seguras y sostenibles, pero nunca van a alimentar a toda una economía porque les falta la potencia del carbón, del petróleo, del gas o del uranio'. Hasta hace poco, no podíamos contestar ese cuestionamiento pero hoy tenemos la respuesta y se llama tecnologías de la comunicación".

Igual que en Internet la conexión de millones de PC creó una red con mucha más capacidad que la mayor computadora imaginable, Rifkin cree que la integración en una red eléctrica de la energía generada por millones de edificios con sus propios molinos de viento, placas solares y mecanismos para aprovechar el calor de la tierra y la biomasa de los residuos, sería capaz de una potencia jamás alcanzable si nos limitásemos a repetir con las energías renovables el modelo de central eléctrica que funcionó para los combustibles fósiles. "Con este sistema, cada vez que alguien produzca más energía de la que necesita, la podrá compartir. Cualquier chico de Argentina que creció con Linux, YouTube o Wikipedia entiende de qué estoy hablando."



–¿Ya hay edificios con esas características en pie?

–Sí. En Europa ya se construyeron los primeros. En la región española de Aragón opera una fábrica de General Motors con una producción anual de 500 mil autos.

Recién este mes anunciaron la instalación de un panel solar que costó 78 millones de dólares y que genera suficiente electricidad para casi toda la fábrica y 4.600 hogares. En nueve o diez años planean recuperar la inversión. A partir de ahí, electricidad gratis.

–¿Y por qué no todas las empresas hacen lo mismo?
–Van a hacerlo pero todavía no lo conocen. Por eso estamos promoviendo un plan a largo plazo dentro de la Unión Europea. En enero lo llevamos a los Estados Unidos y, ojalá, a América Latina y al resto del mundo. Tenemos que pensar en una revolución de la construcción. En 2050, todas las construcciones, nuevas y viejas, deberán aprovechar la energía que se genera alrededor de ellas, almacenarla en forma de hidrógeno –como el formato digital almacena la información en Internet– y compartir los excedentes mediante las nuevas redes inteligentes de energía.

–Las pilas de combustible que necesita el hidrógeno aún son caras, ¿cómo lo compensarán?

–El problema es la economía de escala, por eso hablamos de la adopción temprana por parte de los gobiernos y de sus servicios asociados, como por ejemplo el correo. Los tejados de los edificios gubernamentales, las flotas de automóviles... Todo podría funcionar con pilas de combustible. Así bajarían los precios.

–Además de adopción temprana, ¿su modelo necesita dinero público?
–Sí, sí hace falta mucha liquidez. Doy un ejemplo. En dos años, todas las grandes automotrices están saliendo con autos eléctricos. Dos años más tarde, piensan sacar los primeros vehículos con pilas de combustible. Para eso, tienen que aliarse con las generadoras de electricidad. Daimler Chrysler ya creó una alianza con la de Alemania, RWE, para instalar millones de centros de carga por todo el país. Eso va a costar mucho: inversiones privadas pero también dinero público.


–¿Y eso es alcanzable?
–Ahora mismo estamos gastando mucho para rescatar el modelo económico de la segunda revolución industrial, que está en terapia intensiva y en su ocaso. Si sumamos los salvatajes de Europa, EE.UU., China y el resto del mundo, ya llegamos al billón de dólares. No podemos seguir tirando nuestras reservas para detener la sangría porque no nos van a quedar recursos para diseñar la infraestructura de la tercera revolución industrial, que es donde el nuevo régimen energético y los puestos de trabajo van a estar. Hay que gastar lo justo para que no colapse pero sin dejar de invertir en lo nuevo.




–Aunque muchos lo vieran venir, hubo que esperar al colapso derivado de las subprime para que llegaran los rescates, ¿por qué esta vez los gobiernos sabrían adelantarse?

–Es verdad que eso fue asi, pero si usamos esa lógica esta vez, estamos condenados. Lo que está ocurriendo hoy es mucho más grave que lo que sucedió durante la Gran Depresión, que no terminó con un modelo energético porque recién empezaba la electrificación y el petróleo. El actual es un colapso financiero y del régimen energético, algo mucho más serio. Obama habla sobre el tema pero además hace falta redactar un plan como el que ya hicimos en la UE y conseguir que sea escuchado. Porque si esta no es la solución, ¿cuál es? No me parece que haya un plan B. Esta vez necesitamos un liderazgo fuerte que piense de forma diferente. Si no hacemos nada cuando podemos, tal vez después sea demasiado tarde.

–¿Barack Obama podría proporcionar ese liderazgo?
–Soy ligeramente optimista al respecto. Me gustaría ver una alianza entre la primera economía del mundo, que por PBI y exportaciones es la UE, y la nueva administración en Washington. Que Europa les diga a Obama y al Congreso: 'Hagamos una alianza transatlántica y pongamos a los CEO y a la sociedad civil a trabajar con los gobiernos para llegar a la tercera revolución industrial; invitemos a China, India y Brasil. Hagamos un plan para todas las Américas".

–¿Cuentan con encontrar resistencias en India y China?
–Lo que yo le digo a los funcionarios de la Comisión Europea es que no podemos llegar con un plan de castigos sino con un programa que signifique ganancias para todos. Y preguntarle a China y a la India, ¿dónde les gustaría estar en los próximos 20 años? ¿Con las energías de la segunda revolución industrial y llevarnos a todos a la muerte? ¿O con las nuevas?. Creo que la respuesta está clara. Tenemos que convertir la crisis financiera, climática y energética en una oportunidad, pero si pensamos con mentes estrechas, no vamos a lograrlo.



–¿Cuál podría ser el papel de la Argentina?
–Tradicionalmente, Argentina desempeñó un papel de liderazgo en Sudamérica. Ahora podría ayudar en el desarrollo regional de este modelo.


–¿Pensó en el impacto cultural que podría tener la autonomía energética que promulga?
–Sí: es enorme. Es darle el poder a las personas. Permitiría una extensión del capitalismo ya que todo el mundo se convertiría en jugador en el mercado energético. Haría falta también un modelo social que lo equilibre para regular la forma de compartir la energía en redes, como se comparte hoy la información. Desde la revolución francesa, vivimos un progreso hacia la democracia pero el problema siempre fue que los regímenes energéticos hasta ahora eran de elite.

Por eso nunca pudimos tener una plena participación individual. Un modelo en el que la gente produzca su propia energía permitiría una auténtica democracia económica y, por lo tanto, política. Podríamos formar parte de la globalización sin depender del petróleo de Medio Oriente ni del ejército de los EE.UU.. Para lugares como Sudamérica, las oportunidades de cambiar la geopolítica son enormes: las fuentes de energía renovable en la región son inmensas. No hay más que mirar el viento de las Pampas o el sol que hay por todo el país.

¿Las reducciones coyunturales en el precio del petróleo pueden retrasar la llegada de energías alternativas?
–La comunidad de negocios y los gobiernos tienen que darse cuenta de que llegamos a lo que yo llamo el nivel de globalización máximo. Ahora el precio del barril bajó porque nada se mueve: como el motor se detuvo, no necesita combustible. Pero si salimos del parate y el motor vuelve a andar, la inflación lo detendrá en cuanto el barril vuelva a llegar a los US$ 147.

Fuente: Diario Clarín.

jueves, 27 de noviembre de 2008

El Vaticano adopta ENERGÍAS RENOVABLES



ROMA.- Revolución verde en el Vaticano. En medio de bombos y platillos, ayer quedaron formalmente inaugurados los primeros paneles solares del Vaticano, que fueron colocados arriba del techo de la famosa Aula Pablo VI, donde el Papa tuvo su primera "audiencia ecológica" de los miércoles, tal como destacó L´ Osservatore Romano.

La inauguración del nuevo sistema ecológico de producción de energía solar tuvo lugar en una ceremonia en la que participó, entre otros, el científico italiano Carlo Rubbia, premio Nobel de Física en 1984, en un encuentro en la Pontificia Academia de Ciencias, cuyo "canciller" es el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo.

Compuesta por 2400 módulos fotovoltaicos, la megaestructura de paneles solares cumplirá una doble función: una pasiva, de defensa de las radiaciones del edificio proyectado en 1972 por el arquitecto Pier Luigi Nervi, y otra activa, que es transformar la energía solar en electricidad, tanto para el Aula Pablo VI (también llamada Nervi) como para otros edificios del pequeño Estado del Vaticano.

El sistema fue donado por la empresa alemana SolarWorld, que ayer, durante la ceremonia de inauguración, propuso pasar a fabricar ahora un papamóvil ecológico. "¡Es una idea genial! Si cuesta menos, puede ser un ejemplo, ¿por qué no?", dijo el cardenal Giovanni Lajolo, presidente del Governatoraro de la Ciudad del Vaticano.

El vehículo sería otro regalo de un valor de 1,2 millones de euros para Benedicto XVI, que suele usar el papamóvil para desplazarse mientras saluda a las multitudes.

El cardenal Lajolo recordó que la ecología es un tema que le interesa muchísimo al Pontífice, que seguramente será abordado en su próxima encíclica sobre temas sociales. "La búsqueda de energía limpia y segura a bajo costo es un deber que responde a oportunidades económicas, a exigencias ecológicas y también a un imperativo ético."

El ingeniero Livio De Santoli, que llevó adelante el proyecto, indicó que todo el sistema de energía limpia fue armado "respetando plenamente el proyecto original de Nervi". Las tejas del techo fueron sustituidas por paneles de modo que respetaran el famoso diseño ondulatorio del techo.

"Lo importante es que ahora se evitará ensuciar el aire con aproximadamente 225.000 kilogramos de anhídrido carbónico equivalentes a las 80 toneladas de petróleo que se quemarían para producir los 300 megavatios anuales tal como se obtendrán a través de la planta fotovoltaica", indicó De Santoli.

Fuente: Diario La Nación

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Colombia y Argentina aprenden colaborando

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